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  • Una habitación propia, 1929

    Virginia Woolf

    Reino Unido

    ¿Por qué la elección?

    Porque hace casi un siglo esta escritora que cambió el curso de las letras, batalló por hacerlo también con el curso de la vida de las mujeres; por su independencia económica y psíquica, por su espacio propio y sus 500 libras al año, cruciales para su independencia, libertad y destino; por el voto femenino; porque las mujeres se decidieran a hablar de ellas, desde ellas, a escribir sobre ellas; por poner en la palestra pública el tema del cuidado sin remuneración, un asunto cuya discusión, hoy, casi un siglo después, parece revolucionaria.

    De esto se ocupa en Una habitación propia, cuyo origen es más o menos este: Un día de 1928, la Universidad de Cambridge invita a Virginia Woolf (1882-1941) a dar una charla sobre la mujer y la literatura. Es un pedido, cómo decirlo; es un pedido condescendiente. Ella lo entiende así, pero le da su vuelta de tuerca. No solo no habla de los personajes femeninos canónicos de la literatura –lo que se esperaba–, sino que habla de la mujer en la vida, en los días, de lo que le falta, de lo que necesita para vislumbrar un cambio de destino, de lo que le urge para crear algo en función propia. Aparece la escritora, también, y hace una crónica del proceso de creación de esas dos conferencias que dicta en Cambridge y que publica meses más tarde como Una habitación propia.

    Porque es una escritora vanguardista en la forma y en el fondo, y es una mujer moderna, tal vez menos en la forma que en el fondo. Pedía y actuaba desde un lugar privilegiado, es cierto, pero ese lugar no le alcanzó para volver plumas las piedras que la fijaron para siempre en el fondo de un río.

    Ficha técnica

    “Porque yo creo que si vivimos aproximadamente otro siglo […] y si cada una de nosotras tiene quinientas libras al año y una habitación propia; si nos hemos acostumbrado a la libertad y tenemos el valor de escribir exactamente lo que pensamos; si nos evadimos un poco de la sala de estar común y vemos a los seres humanos no siempre desde el punto de vista de su relación entre ellos, sino de su relación con la realidad; si además vemos el cielo, y los árboles, o lo que sea en sí mismos; […] si nos enfrentamos con el hecho, porque es un hecho, de que no tenemos ningún brazo al que aferrarnos, sino que estamos solas, y de que estamos relacionadas con el mundo de la realidad y no solo con el mundo de los hombres y las mujeres, entonces llegará la oportunidad y la poetisa muerta que fue la hermana de Shakespeare recobrará el cuerpo de que tan a menudo se ha despojado.”

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