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  • Henry y June, 1966

    Anaïs Nin

    Francia

    ¿Por qué la elección?

    El primer tomo inexpurgado de los diarios que Anaïs Nin (1903-1977) alcanzó a publicar en vida corresponde a los años 1931 y 1932. En la publicación original de 1966, la autora se centra en su triángulo amoroso con el escritor estadounidense Henry Miller y su esposa June en el tiempo en que la pareja habitó la París bohemia y festiva de entreguerras; apenas se menciona el hecho de que Anaïs está casada. Sin embargo, como en las otras reediciones que salieron a la luz tras su fallecimiento –a cargo de su otro esposo, pues Nin era bígama–, a medida que los protagonistas iban muriendo se dieron a conocer sus nombres reales y algunos pasajes claves que habían sido omitidos en las primeras versiones.

    Aparece, pues, la figura de su marido Hugo (Hugh Parker Guiler) en la extensión justa que tenía en el diario, y de pronto estas anotaciones se nos revelan como un ejercicio de autoanálisis que trasciende la experimentación sexual y un entusiasmo lego por el psicoanálisis. Una luz nueva ilumina a los amantes de Nin: Henry se muestra hipócrita, abrazando para él mismo el adulterio que es incapaz de aceptar en su contraparte, pues reprocha que Anaïs siga amando a su esposo; June se afirma como un reflejo de todo lo que Nin desea para ella misma, incluyendo la frialdad y el egoísmo que Hugo repele al conocerla, porque allí parece ver a su propia esposa.

    Así termina de emerger en el diario la Anaïs que odia a “los hombres que temen la fuerza de las mujeres”; la que se niega a asumir “infidelidad” e “inmoralidad” como sinónimos; la que siente que está creciendo en distintas direcciones y se convence de que la primera fidelidad es consigo misma y sus contradicciones; la que es más o menos consciente de sus imperfecciones e inseguridades y que, sin embargo, cae permanentemente en el autoengaño, en las justificaciones enrevesadas y en la mitomanía, incluso en su propio diario; la mujer, en fin, que fue capaz de imponer su deseo en un mundo poblado por hombres inconformes.

    Ficha técnica

    “Cuando Henry oye la hermosa, vibrante, leal y conmovedora voz de Hugo por teléfono, se enfada por la amoralidad de las mujeres, de todas las mujeres, de las mujeres como yo. Él practica todas las deslealtades, todas las traiciones, pero la infidelidad de una mujer le duele. Y yo estoy muy incómoda cuando se encuentra de ese humor porque me siento fiel al vínculo existente entre Hugo y yo. Nada de lo que vivo fuera del círculo de nuestro amor lo altera ni lo disminuye. Al contrario, lo amo más porque lo amo sin hipocresía. Pero la paradoja me atormenta profundamente. (…) La amoralidad, o una moralidad más complicada, tiene como finalidad la lealtad suprema y pasa por alto la inmediata y literal.”

    […]

    “Lo que es excluido del diario es también excluido de mi mente. En el momento de escribir salgo en busca de la belleza. El resto lo aparto del diario, de mi cuerpo.”

    […]

    “Anoche lloré. Lloré porque el proceso a través del cual me he hecho mujer ha sido doloroso. Lloré porque he dejado de ser una niña con una fe ciega de niña. Lloré porque he abierto los ojos a la realidad, al egoísmo de Henry, al ansia de poder de June, a mi insaciable creatividad, que ha de mezclarse con otros y no se basta a sí misma. Lloré porque ya no puedo creer y me encanta creer. Todavía soy capaz de amar apasionadamente, pero sin creer. Eso quiere decir que amo humanamente. Lloré porque de ahora en adelante lloraré menos. Lloré porque ha desaparecido el dolor y todavía no estoy acostumbrada a su ausencia.”

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