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  • La casa de Bernarda Alba, 1936

    Federico García Lorca

    España

    ¿Por qué la elección?

    La trilogía de dramas rurales de Federico García Lorca (1898-1936) –conformada por Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba– constituye uno de los retratos más agudos de la sociedad española de comienzos del siglo XX, en permanente tensión entre la tradición y el cambio. Fue escrita durante los últimos tres años de vida del autor quien no alcanzó a verla estrenada ni publicada ya que fue ejecutado por los franquistas por su militancia y abierta homosexualidad. Tras el inicio de la dictadura, La casa de Bernarda Alba incluso corrió peligro de perderse y sólo hasta 1945 vio la luz en Argentina.

    Igual que las otras piezas de la trilogía, la obra está situada en un pueblo indefinido de una España anquilosada por las costumbres, la desigualdad y el fanatismo religioso, cuyo peso se tornó más opresivo y violento durante la guerra. La historia de Bernarda y sus hijas, obligadas por su madre a encerrarse durante ocho años para guardar luto por la muerte de su padre, evidencia las presiones sociales y la terrible vigilancia impuesta sobre las mujeres en todos los espacios de la vida, y asimismo alude al infortunado papel de las madres en la perpetuación de las instituciones patriarcales. Por lo demás, dado su intrincado simbolismo –atenuado por diálogos cercanos a la lengua popular–, la obra consigue la proeza de una doble representación crítica: leída en código de metáfora, dispone magistralmente la pugna entre libertad y autoridad que ocupó el centro de la guerra fratricida en el país ibérico.

    El conflicto entre Bernarda, sus hijas, sus criadas y su propia madre, y las tensiones entre ellas, azuzadas por la intervención de un solo hombre (Pepe el Romano), condensan la situación de opresión e infelicidad en que vivían las mujeres de las zonas rurales de España: despojadas de la posibilidad de ser autónomas, obligadas a vivir siempre bajo la tutela –y al servicio– de sus padres o sus esposos.

    Ficha técnica

    “MARTIRIO: Es preferible no ver a un hombre nunca. Desde niña les tuve miedo. Los veía en el corral uncir los bueyes y levantar los costales de trigo entre voces y zapatazos, y siempre tuve miedo de crecer por temor de encontrarme de pronto abrazada por ellos. Dios me ha hecho débil y fea y los ha apartado definitivamente de mí.”

    […]

    “MARTIRIO: ¿Qué piensas, Adela?
    ADELA: Pienso que este luto me ha cogido en la peor época de mi vida para pasarlo.
    MAGDALENA: Ya te acostumbrarás.
    ADELA: (Rompiendo a llorar con ira) ¡No, no me acostumbraré! Yo no quiero estar encerrada. No quiero que se me pongan las carnes como a vosotras. ¡No quiero perder mi blancura en estas habitaciones! ¡Mañana me pondré mi vestido verde y me echaré a pasear por la calle! ¡Yo quiero salir!”

    […]

    “BERNARDA: Una hija que desobedece deja de ser hija para convertirse en una enemiga.”

    […]

    “BERNARDA: En esta casa no hay un sí ni un no. Mi vigilancia lo puede todo.
    LA PONCIA: No pasa nada por fuera. Eso es verdad. Tus hijas están y viven como metidas en alacenas. Pero ni tú ni nadie puede vigilar por el interior de los pechos.”

    […]

    “MARÍA JOSEFA: (…) Pepe el Romano es un gigante. Todas lo queréis. Pero él os va a devorar, porque vosotras sois granos de trigo. No, granos de trigo, no. ¡Ranas sin lengua!”

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