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  • La guerra no tiene rostro de mujer, 1985/2013

    Svetlana Aleksiévitch

    Bielorrusia

    ¿Por qué la elección?

    A mediados de los años ochenta se dio inicio a una serie de reformas en la Unión Soviética que, en esencia, buscaban reestructurar el sistema socialista para asegurar su conservación, acercándolo a la democracia occidental. Ello implicó, entre otras cosas, un relajamiento del férreo control del Estado sobre los contenidos culturales, que se ejercía mediante la censura oficial. El propósito era estimular la deliberación pública en torno a los desafíos del socialismo, reconociendo incluso la responsabilidad de los dirigentes en la crisis que más tarde llevaría a la disolución del bloque soviético. Dicha reforma política se bautizó como la glásnost, que quiere decir “apertura”, pero también “transparencia” o “franqueza”.

    Esta transición permitió a la bielorrusa Svetlana Aleksiévitch (1948) publicar su imponente libro La guerra no tiene rostro de mujer en 1985, siendo solo parcialmente censurado por el régimen que había prohibido su publicación un par de años antes. Finalmente fue reeditado en 2013, con las partes suprimidas y una reconstrucción de las conversaciones entre la autora y el censor, quien la acusaba de querer “rebajar” a la mujer soviética a la condición de “hembra corriente”, cuando ellos, supuestamente, la tenían por “heroína” y “santa”.

    Este relato coral, que recoge los testimonios de numerosas veteranas de la Segunda Guerra Mundial, narra una historia sin héroes y sin grandilocuencia; en cambio, ofrece una imagen profundamente humana de la guerra: describe la cotidianidad entre sus filas, retratando el horror y rescatando una belleza que, con todo, resiste en los sentimientos de aquellos jóvenes que pusieron el cuerpo en las trincheras, adoctrinados en una idea de patria que les excedía. La autora acude a la memoria femenina, más apta para una historiografía de los sentimientos, y de paso revindica el papel de las mujeres en una victoria que los hombres se arrogaron para ellos solos, mientras ellas quedaron por fuera del relato oficial hasta el momento de la glásnost.

    Ficha técnica

    “La guerra femenina tiene sus colores, sus olores, su iluminación y su espacio. Tiene sus propias palabras. En esta guerra no hay héroes ni hazañas increíbles, tan solo hay seres humanos involucrados en una tarea inhumana. En esta guerra no solo sufren las personas, sino la tierra, los pájaros, los árboles. Todos los que habitan este planeta junto a nosotros. Y sufren en silencio, lo cual es aún más terrible.”

    […]

    “«Al principio nos escondíamos, ni siquiera enseñábamos nuestras condecoraciones. Los hombres se las ponían, las mujeres no. Los hombres eran los vencedores, los héroes; los novios habían hecho la guerra, pero a nosotras nos miraban con otros ojos. De un modo muy diferente… Nos arrebataron la Victoria, ¿sabes? Discretamente nos la cambiaron por la simple felicidad femenina. No compartieron la Victoria con nosotras.»

    […]

    “«En la guerra temía recordar la infancia. Precisamente la infancia. En la guerra está prohibido recordar lo más tierno… Lo tierno está prohibido. Es un tabú.»”

    […]

    “«En la batalla, bajo el fuego te llamaban: “¡Hermana! ¡Hermanita!”. Pero acabado el combate te acorralaban… De noche no había manera de salir de la covacha… ¿También se lo han dicho las demás o no se han atrevido a confesarlo?»”

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