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  • La tierra de poca lluvia, 1903

    Mary Hunter Austin

    Estados Unidos

    ¿Por qué la elección?

    Al evocar los nombres que cimientan la llamada nature writing estadounidense –aquella corriente literaria clásica, profundamente poética y pragmática, dedicada a la contemplación vitalista del entorno natural y su relación con los seres humanos–, los primeros que se mencionan son los de Thoreau, Muir y Emerson, pero a ellos siempre deben sumarse los de (al menos) dos mujeres: Susan Fenimore Cooper y, antes que cualquiera, Mary Hunter Austin (1868-1934), poeta, novelista, dramaturga y uno de los primeros referentes del ecofeminismo y el activismo por los derechos civiles y la autodeterminación de los pueblos originarios norteamericanos.

    Al gesto masculino del “pionero” blanco, del hombre que se ve a sí mismo aislado y autosuficiente, que al mismo tiempo admira y se impone sobre la naturaleza, que la conquista y la domina ya sea por la vía de la devastación o, como los hombres de la nature writing, por la vía del despojamiento, de la supervivencia sin máquinas; a esa postura romántica contrapone Austin una comunicación específicamente femenina con la naturaleza, donde la premisa no es contemplar con suficiencia el paisaje desde las colinas, como en el famoso óleo de El caminante sobre el mar de nubes, sino afirmar la vida desde los valles y las partes bajas en las que se forman los arroyos y demás orillas de agua escasa en las que abreva la vida silvestre.

    Por ello el protagonista de La tierra de poca lluvia no es el bosque ni la montaña, donde los caminos se forman por la tala, sino el desierto silencioso, donde los senderos toman la forma de las huellas de mamíferos pequeños en busca de agua y refugio, y donde el alimento es hallado por las aves del cielo, que solo pueden ser vistas desde abajo; así lo entendieron siempre los shoshones, los mojaves, los paiutes y demás pueblos originarios del oeste, cuya memoria guardan y transmiten mujeres como Seyavi, la tejedora de cestos que cría a su hijo sola en el desierto e insufla el espíritu independiente de los relatos de Austin.

    Ficha técnica

    “La forma de la región moldea allí las costumbres de la vida, y la tierra no puede vivirse si no es a su propia manera. Los shoshones viven como sus árboles, con grandes espacios entre ellos, y, en parejas o grupos familiares, levantan chozas de cañizo junto a los infrecuentes arroyos.”

    […]

    “Podéis suponer, sin embargo, que todas aquellas disputas de rifles y arcos y la afluencia de jefes blancos habían vuelto la casa más salvaje, y hecho que los cazadores temieran ser cazados. Podéis suponer también, porque eran tiempos groseros y la tierra era áspera, que las mujeres se convirtieron por su parte en presas de los conquistadores.”

    […]

    “Las mujeres indias no llegan a alcanzar una edad muy avanzada, aunque parecen increíblemente entradas en años. Tienen el ingenio de obtener sustancia de la materia cruda de la vida sin intervención, pero no el aspecto elegante de las mujeres a las que la organización social conspira para alimentar.”

    […]

    “Así que, con su manta, Seyavi, que una vez fue tejedora de cestos, se sienta junto a los hogares apagados de su tribu y piensa en su vida, alimentando su espíritu contra el momento de la necesidad de espíritu, porque sabe de hecho tanto de estos asuntos como tú, que tienes mayores esperanzas, aunque ella no tenga más que la certeza de que, habiéndose valido por sí misma valientemente hasta el final, no se reencarnará en un coyote.”

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