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  • La última niebla, 1935

    María Luisa Bombal

    Chile

    ¿Por qué la elección?

    A los 24 años María Luisa Bombal (1910-1980), tal vez la única mujer que descolló en la élite intelectual alrededor de la revista Sur, ya había tenido un intento de suicidio por “un amante que no fue” —como lo definió ella misma— y estaba terminando un matrimonio por conveniencia con un escenógrafo homosexual con el que se lanzaba “los platos a la cabeza”. Se había casado por la presión de su familia y su entorno, y el desastre de este experimento parecía confirmarle que la idea de ser mayor le aterraba y repelía drásticamente. Escribe, pues, La última niebla en medio de un desamor (que la llevará a la locura de atentar contra aquel hombre) y un divorcio que la enfrenta al miedo de quedarse solterona, tragedia de la mujer de clase media y alta a inicios del siglo XX.

    Precursora del realismo mágico, Bombal entrevera sueño y vigilia para narrar la historia de una mujer que, durante los primeros diez años de su matrimonio con un hombre que no la ama, se aferra a la idea de que alguien, en algún lado, otro hombre que creyó haber conocido y amado, mantiene con ella un lazo indestructible, hecho del material del deseo. Pero cuando no está ensimismada en esa ensoñación, solo puede ver la niebla otoñal rodeando su casa, cercándola cada vez que termina el verano, cada año, hasta que la última niebla la desarma y la envuelve para siempre en un manto de resignación, adultez y soledad. Es el fin de la juventud, el pico de la belleza y la vitalidad del cuerpo, y el comienzo de una muerte lenta hecha de rutinas.

    Como en la vida de Bombal, la mujer demasiado joven del relato elige el matrimonio a costa de su propia autenticidad y de todo lo que en ella es pura potencia: amor, deseo, goce, cuerpo; como Bombal, en la novela también hay una mujer que se dispara por un amor no correspondido; como Bombal, feminista involuntaria haciendo público lo privado, sus mujeres se debaten permanentemente entre la locura y la niebla, entre el deseo y la resignación.

    Ficha técnica

    “Y porque me ataca por vez primera, reacciono violentamente contra el asalto de la niebla.
    —¡Yo existo, yo existo —digo en voz alta— y soy bella y feliz! Sí, ¡feliz!, la felicidad no es más que tener un cuerpo joven y esbelto y ágil.”

    [...]

    “No me sabía tan blanca y tan hermosa. El agua alarga mis formas, que toman proporciones irreales. Nunca me atrevía antes a mirar mis senos; ahora los miro.”

    [...]

    “Tumbado en un diván, Daniel bosteza, entre sus perros. Mi suegra está devanando una nueva madeja de lana gris. No ha venido nadie, no ha pasado nada.”

    [...]

    “—La trajeron de casa de su amante —me dice en voz baja.
    Lo miro y desdeño en pensamiento sus mezquinas reacciones. Orgullo herido, sentido del decoro.”

    [...]

    “Lo sigo para llevar a cabo una infinidad de pequeños menesteres; para cumplir con una infinidad de frivolidades amenas; para llorar por costumbre y sonreís por deber. Lo sigo para vivir correctamente, para morir correctamente, algún día.”

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