Madame Bovary, 1857
Gustave Flaubert
Francia
¿Por qué la elección?
Porque Flaubert se tomó cinco años paladeándola, mirándole sus sombras y sus luces, descifrándola en su complejidad, dejando ver su frivolidad, siguiendo el menor paso en la carrera desbocada de esta mujer, madame Bovary, por el camino que no era otro, que no podía ser otro, que el de su propia tragedia, armada por ella como con filigrana, con cuidado enorme, certero y contundente. Porque nadie se esmeró tanto en su propia destrucción. Porque ella recorría ese camino con ilusión, tan ingenua, tan inocente, tan ignorante de su entorno y de su época. Porque a Emma Bovary no le importaba nada más, no quería nada con más fuerza, con más ahínco, con más tozudez, que hacer de su vida la de las novelas románticas con las que había llenado su cabeza y su espíritu. ¿De qué otra manera vivir la vida que ese siglo había destinado para ella?
Porque Flaubert, al cabo de esos cinco años de cuidado y conocimiento, terminó diciendo “Madame Bovary c’est moi”, y le dejó a la humanidad el personaje femenino más notable de la literatura universal.
Ficha técnica
“Por espacio de seis meses, cuando tenía quince años, Emma se atiborró, pues, de semejantes lecturas, polvo de las viejas bibliotecas. Con Walter Scott, más tarde, se enamoró de lo histórico, soñó en cofres antiguos, en cuerpos de guardia y en trovadores. Hubiera querido vivir en algún viejo castillo, como aquellas castellanas de largo cuerpo que, bajo el trébol de las ventanas ojivales, pasaban sus días de codos sobre el antepecho y con el mentón en la mano, mirando venir de las hondonadas de la campiña un jinete con penacho blanco en un negro corcel al galope.”
“Devoraba, sin digerir nada, todas las reseñas de estrenos, de carreras y de recepciones, se interesaba por el début de una cantatriz, por la apertura de unos grandes almacenes. […] Estudió, en las obras de Eugène Sue, descripciones de muebles; leyó a Balzac y a George Sand, buscando en ellos satisfacciones imaginarias para sus deseos personales. Hasta en la mesa leía, y volvía páginas mientras Charles, comiendo, le hablaba.”
“En el fondo de su alma, sin embargo, esperaba un acontecimiento. Como los marinos en apuros, paseaba sobre la soledad de su vida unos ojos sin esperanza, buscando a lo lejos alguna blanca vela entre las brumas del horizonte. Ignoraba cuál sería aquel azar, el viento que lo impulsaría hacia ella, hacia qué costas la llevaría, si sería chalupa o navío de tres puentes, cargado de angustias o lleno de dichas hasta los topes. Pero todas las mañanas, al despertarse, lo esperaba para aquel mismo día, escuchaba todos los ruidos, se levantaba sobresaltada, se extrañaba de que no viniese; después, cuando el sol se ponía, cada vez más triste, deseaba que llegase el día siguiente.”