Foto: Toni Härkönen
Purga, 2008
Sofi Oksanen
Finlandia
¿Por qué la elección?
Aliide Truu, ya anciana, ve desde la ventana de su cocina un bulto en su jardín. Es el año de 1992. Estonia es por fin un país independiente. Libre de botas rusas, libre de botas alemanas, libre de botas. Pero Aliide Truu es presa de su historia, que es sucia y es dramática. Y que comienza y termina en el espanto que se apropió de ella para siempre el día que en un cuarto de interrogatorio se hizo mosca y sobrevoló sobre sí misma: “Le ataron las manos a la espalda y le pusieron una bolsa en la cabeza. Luego la dejaron sola. A través de la tela no veía nada. En algún sitio goteaba agua en el suelo. Percibía olor a sótano. La puerta se abrió. Botas. Le rasgaron la camisa y los botones salieron disparados hacia el suelo y las paredes, botones de cristal alemanes. Después, Aliide se convirtió en un ratón en el rincón de aquel cuarto, en una mosca en la lámpara, salió volando”.
Purga, en finés quiere decir limpieza. El bulto en el jardín de Aliide Truu es su sangre –la nieta de su hermana a quien cuarenta años antes entregó– que vuelve para eso, para limpiarle su historia.
Ficha técnica
“Le ataron las manos a la espalda y le pusieron una bolsa en la cabeza. Luego la dejaron sola. A través de la tela no veía nada. En algún sitio goteaba agua en el suelo. Percibía olor a sótano. La puerta se abrió. Botas. Le rasgaron la camisa y los botones salieron disparados hacia el suelo y las paredes, botones de cristal alemanes. Después, Aliide se convirtió en un ratón en el rincón de aquel cuarto, en una mosca en la lámpara, salió volando. En un clavo de la pared acartonada, en una chincheta oxidada en la pared. Aliide era una chincheta oxidada en la pared. Era una mosca y se movía por el pecho desnudo de una mujer que yacía en medio de aquella habitación con una mosca en la cabeza, y la mosca atravesaba un moratón reciente, la sangre agolpada debajo de la piel del pecho, una huella larga y estrecha, del ancho justo para avanzar sobre ella. Iba atravesando los moretones, los derrames de los pezones hinchados como islas volcánicas. Cuando la mujer desnuda cayó sobre las losetas del suelo, ya no se movió. La mujer con la bolsa en la cabeza que yacía en medio de aquel cuarto era una extraña y Aliide ya no estaba allí; su corazón corría con sus patas de insecto hacia las rendijas, se fundía con las raíces que crecían en la tierra debajo de aquel cuarto. ‘¿La usamos para hacer jabón?’ La mujer no se movía, no oía. Se había convertido en una mancha de saliva en la pata de la mesa, al lado de un agujero de polilla, dentro de un agujero redondo en la madera, en la madera de aliso, en un árbol crecido en la tierra de Estonia, en la madera donde aún se podía sentir el bosque, donde todavía se sentía el agua y las raíces y los topos. Buceó hasta muy lejos, era un topo que empujaba un montón de tierra y emergía en el jardín, podía notar la lluvia y el viento, la tierra mojada respiraba y latía. Metieron la cabeza de la mujer dentro de un cubo de excrementos. Aliide estaba fuera, en la tierra mojada, con la tierra metida en sus fosas nasales, con tierra en el pelo, dentro de los oídos, y los perros pasaban corriendo sobre ella, las patas hollaban la tierra, que respiraba y se lamentaba, y la lluvia se mezclaba con ella y las cunetas se llenaban y el agua caía a chorros y formaba sus propios surcos y en algún lugar estaban aquellas botas de cuero curtido al cromo, en algún lugar la cazadora de piel, en algún lugar el olor del alcohol frío, en algún lugar el ruso y el estonio se mezclaban y las lenguas muertas cobraban vida.”