La imagen justa

Al hombre le dijo: por haber escuchado la voz de tu mujer y comido del árbol del que yo te había prohibido comer, maldito sea el suelo por tu causa: sacarás de él el alimento con fatiga todos los días de tu vida, te producirá espinas y abrojos y comerás la hierba del campo. Comerás el pan con el sudor de tu rostro, hasta que vuelvas al suelo pues de él fuiste tomado. Porque eres polvo y al polvo tornarás.

La mujer es la responsable del tiempo, nuestro enemigo es el tiempo. Lo que está diciendo este mito es que el tiempo es culpa de la mujer. Al hombre se le condena al tiempo laboral y el tiempo laboral es el tiempo. Al crearse el tiempo, por culpa de la mujer se crea también el trabajo y además, la muerte. Una muerte que acá es “volver al polvo de donde nació”, es decir, volver a la madre de donde nació. La madre es la patencia de que nos vamos a morir porque hay que volver al sitio de donde nacemos y la madre es el suelo, así como es el vientre también. La existencia de las mujeres, el hecho de proceder de adentro de un cuerpo, de la invisibilidad del interior de un cuerpo, nos dice que vamos a terminar adentro de otro cuerpo, que es el cuerpo de la tierra, invisibles dentro de la tierra.

Entre los muchos horrores que las mujeres hemos hecho –ser las administradoras de la identidad de los hombres, ser las mentirosas, etc.– está nada menos que esta: ser el recuerdo de la muerte y ser la prueba de que todo tiene que morir y descomponerse invisiblemente.